Las brujas del turbon

 

 

Texto y fotos:

Jesús Ávila Granados

www.jesusavilagranados.es

 

 

 

 

 02 de Febrero de 2013

El Turbón, la mole más sagrada y legendaria de la geografía aragonesa, que domina los cielos de la comarca de la Ribagorza, al NE de la provincia de Huesca, ha sido siempre una montaña maldita para la Iglesia católica, por su vinculación con las fuerzas del Mal y su estrecha relación con  las servidoras de Satán. Este macizo, de compleja orografía, de escarpados farellones de roca grisácea y negra, aunque no muy alto (2.492 m), desde la lejanía se muestra imponente por su forma de ara; en sus laderas, numerosas grutas, bosques sagrados, construcciones megalíticas, ermitas rupestres, manantiales de aguas medicinales, iglesias templarias y la tenebrosa sombra de la Inquisición, cuyo Tribunal llevó al cadalso o a la hoguera a numerosas mujeres de estos valles, durante los siglos modernos, condenadas tras terribles sesiones de torturas en mazmorras. La memoria histórica de aquellos sobrecogedores episodios ha quedado recopilada en documentos que se conservan en archivos de Laspaúles. No lejos de esta población, recientemente se ha recreado un Parque Temático, en donde aquellas mujeres, en espíritu, siguen siendo las protagonistas de una historia de sombras y sangre; como mágico telón de fondo, la poderosa montaña del Turbón que permanece imperturbable por encima del tiempo y el espacio.

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Durante la Baja Edad Media, concretamente en los siglos XIII y XIV, tuvieron lugar los movimientos más importantes de actividades satánicas de Europa. Tal es el caso de la “Jacquerie” –el hermoso símbolo de los pájaros libertados por Satanás-, con el cual los campesinos franceses veían en él un espíritu salvador, libertador; pero, como bien sabemos, todo fue implacablemente abortado entre asfixiantes columnas de humo y densos ríos de sangre.

La historia de los endemoniados y herejes, que tuvo que mantenerse obligatoriamente a la sombra de la cronología oficial, siguió un proceso paralelo –aunque de signo netamente opuesto- a la Inquisición; ambos movimientos, el primero de inspiración claramente social, arrastrado a la clandestinidad, y el segundo de pleno respaldo eclesiástico, tuvieron que enfrentarse sucesivamente, cobrando adeptos o enemigos a lo largo de sus respectivas trayectorias; sin embargo, según el tratadista e historiador francés Jules Michelet, autor del libro: “La bruja”, los verdaderos orígenes de la brujería, o sentimiento anti-Cristo del medioevo, hay que buscarlos en los injustificados excesos cometidos por parte de la Iglesia oficial a sus representantes como fue, por ejemplo, durante la primera mitad del siglo XIII, en el “Midi” con la sangrienta cruzada –entre el olor a sangre y muerte- contra el catarismo; los escasos “bonhommes” supervivientes, tras la caída de Queribús –el último baluarte cátaro-, en 1255, no tardaron en extremar sus postulados religiosos a la vista de la terrible experiencia recibida por la opinión oficial.

Hasta entonces, la brujería se castigaba con la muerte, pero sólo si este rito había producido algún daño concreto. Ya a comienzos del siglo XIV, se pusieron en marcha las primeras leyes contra la hechicería; el Concilio General de la ciudad francesa de Vienne (1311), además de condenar a la hoguera a los caballeros del Temple, prohibió severamente la adivinación, las pócimas amorosas y los conjuros. Paralelamente, y ante las radicales medidas adoptadas por la Iglesia y demás poderes fácticos, estos grupos “heréticos” no dudaron en establecer un dogma clandestino, inspirado básicamente en sus profundos y sólidos conocimientos de la ciencia y de la materia: motivos ambos que, sin duda, influyeron en su persecución.

La celebración del primer “Aquelarre” (danza de brujas) conocido, que tuvo lugar, según las crónicas de la época, en la ciudad occitana de Toulouse, en 1353, fija el inicio y madurez de los movimientos satánicos de brujería, que se irían sucediendo por todos los rincones de Europa. En los países más luminosos del continente –España, Portugal, Italia, Grecia-, las actividades misteriosas alcanzaron una dimensión marcadamente diferente con respecto a las naciones del centro o del norte, aunque los procedimientos de represión empleados por los inquisidores fueron exactamente idénticos en todas partes. Fruto del esfuerzo será descubrir el papel jugado por el Diablo y sus colaboradores en los males de la época. Hallazgo de incalculables consecuencias, ya que sobre él se montará un sistema de vigilancia y castigo, cuyo punto central será lo que dice el Éxodo: “Malfeica nom patieris vivere…” (A la bruja no dejarás viva).

En el siglo XV, como subraya Carmen Castán, las leyes se fortalecieron y del antiguo concepto de magia surgió el nuevo concepto de herejía. Y es cuando llegamos al tenebroso “Malleus maleficarum” (Martillo de las brujas), que vio la luz en 1486; primer manual donde se codifica la herejía de la brujería, escrito por el fraile alemán Sprenger, que se inspiró en la tremenda batalla librada entre Dios y el Diablo, quien no veía otra salida que la de quemar los cuerpos. En esta obra, confeccionada con el mínimo formato, para facilitar su lectura en cualquier lugar y momento, se traduce la mentalidad de un sólido escolástico, quien responde a preguntas tan enojosas como: “Si el Diablo sólo puede actuar con permiso divino, ¿por qué entonces castigar a las brujas?...”. Casi siempre mujeres, delirantes o locas, sobre todo tras el trago que supone la tortura a que se las somete y para cuya prisión y captura ya no son precisos los tres testigos, honestos y veraces, del antiguo procedimiento penal.

Con el tiempo, ya iniciada la Edad Moderna, a comienzos del siglo XVI, los movimientos satánicos se fueron haciendo cada vez más femeninos, tomando substancialmente cuerpo la figura de la bruja, porque hechiceras y sortílegas no eran desconocidas; éstas mujeres habían existido siempre, como lo recuerda el Código Teodosiano y sus disposiciones contra los que hacen “sacrificios a los dioses infernales…”, o las muy enérgicas y visigóticas incluidas en el Fuero Juzgo, para castigar a “energúmenos, edevinos, sorteras y cuantos provocan truenos o malogran viñas y sembrados”. Durante la época de la “caza de brujas” europea, se constituyeron en cada país tribunales encargados de investigar y descubrir a supuestos hechiceros. Uno de los crímenes mayores de las brujas sería el abominar del catolicismo.

En nuestro país, debido a la naturaleza del suelo, de las costumbres, características cnóticas del lugar, o los diferentes factores ambientales o históricos, existen zonas a todas luces más cargadas de tradiciones brujeriles y de usos maléficos que otras: Galicia, en este sentido, se sitúa en primer lugar; pero no debemos olvidarnos del País Vasco; Castilla y León, Cataluña, Andalucía, y Aragón; región, ésta última, que centra el presente trabajo periodístico, en una zona muy concreta como es el Pirineo de Huesca.

Es importante tener en cuenta la difícil y comprometida labor que, originariamente, desempeñaron todas las organizaciones secretas de neta inspiración satánica, cultivando las diferentes artes y ciencias que el dogmatismo oficial tenía particularmente prohibidas; sin embargo, gracias a tales actividades, auspiciadas en la sombra, la sociedad ha ido aventurándose en otros campos del saber humanos y científicos, paralelamente opuestos a los institucionalizados por la Iglesia, lo que nos obliga a elogiar la valentía de tales movimientos –ya sean del carácter individual o colectivo-, teniendo en cuenta los crueles métodos de represión que azotaron la historia del Viejo Continente durante más de seis siglos.

En torno al Turbón

El Turbón, en el centro-norte de la comarca aragonesa de la Ribagorza, sobre la ladera meridional del Pirineo de Huesca, es una de las montañas más enigmáticas de la geografía hispana. Su silueta es inconfundible desde todos los lugares de esa comarca altoaragonesa, y, gracias a su condición geológica, cambia de color según la luz que recibe: de día, el sol le confiere un aspecto cálido, mientras que por la noche la luna le transmite un sentido frío. El Turbón tiene todos los ingredientes de una montaña sagrada: forma de altar su cima (en ella se alza una ermita llamada de “Las Aras”); riqueza de aguas mineromedicinales; abundancia de monumentos megalíticos; bosques de druidas; iglesias templarias; eremitorios rupestres; ríos en cuyas aguas los celtas templaban sus armas de antenas; grutas con leyendas…; y si a todo ello le añadimos unos difíciles accesos, por estrechos pasos de montaña, lejos del resto del mundo pirenaico, es fácil llegar a la conclusión que este lugar era idóneo para establecer en él, y en sus alrededores, unos centros de aislamiento, para pasar desapercibidos de los poderes fácticos. Y así fue durante mucho tiempo, hasta que, en el siglo XVI, con la severidad de las ordenanzas eclesiásticas, los exploratores del Santo Oficio descubrieron este paraíso de las siervas de Satán.

Laspaúles

Un rosario de pueblos y pequeñas aldeas, como si de un gigantesco crómlech megalítico se refiere, rodean al Turbón. Pero es en Laspaúles –del latín palus-paludis; “zona pantanosa”-, pequeña localidad de montaña, frente a la cara NE del Turbón, donde la tradición brujeril se ha mantenido en el tiempo y el espacio. A Laspaúles llegan investigadores y especialistas de las brujas de toda Europa, para estudiar los archivos de su Ayuntamiento; entre los cuales, valiosos documentos aparecidos fortuitamente en la torre de la Iglesia, escondidos para que no cayesen en manos de los exploratores de la Inquisición, de los cuales se ha realizado una edición facsímil global, que condensa un total de 630 folios, recuperados gracias a la iniciativa de Domingo Subías; se trata de 1.260 páginas de papel, manuscritos con diferentes tipos de letras, redactadas en aragonés, catalán y castellano de la época (s. XVI). En aquellos entonces, esta localidad se denominaba Sentpere, y que el Consel de Laspauls era el organismo rector, legislativo y administrador de justicia del municipio compuesto por Sentpere, Arcas, Villarrué, Suils, Villaplana y Nerill. Los procesos de Laspaúles tuvieron lugar el 21 de marzo de 1594, coincidiendo con el equinoccio de primavera; en los cuales la Inquisición firmó sentencia contra veintiuna mujeres, que fueron condenadas a la horca o a la hoguera, después de haber sido sometidas a desgarradores tormentos en mazmorras. Gracias a la lectura de estos procesos, sabemos que los ungüentos que se untaban las brujas del Pirineo aragonés eran distintos a los utilizados por sus colegas navarras. Las del Turbón azotaban un sapo con ramas de brezo y la bufotenina (principio activo que desprendía) se la untaban en la piel, con plantas de gran potencial alucinógeno (belladona, beleño, estramonio, uvas del Diablo…); plantas, todas ellas, que siguen colonizando los prados y bosques que rodean a esta montaña. La absorción epidérmica de los alcaloides de las mencionadas plantas llevaba a estas mujeres a estados alterados de la realidad; según los torturadores, en las confesiones extraídas tras agotadoras sesiones de durísimos castigos físicos, que los verdugos sabían parar en su justo momento para que no se rompiera el hilo de la vida, y después de una leve recuperación proseguir sus terribles tormentos. Con todo ello, es fácil deducir que estas mujeres llegaran a hacer confesiones inverosímiles, afirmando cuanto sus torturadores querían oír de sus labios; como que éstas danzaban en torno al Diablo, en forma de macho cabrío, al que denominaban “lindo hombre” provisto de cuatro cuernos, sin pelos en la cara y con pies de cabra, dotado de gran vigor sexual, con un pene puntiagudo y el semen frío como el hielo.

El Parque Temático de las Brujas

A las afueras de Laspaúles, por la carretera que lleva a Alins, se encuentra el “Parque Temático de las Brujas”, en donde el visitante toma contacto con las sombras del pasado histórico que, a lo largo de los siglos modernos, atormentaron la paz de las gentes de estos valles por la crueldad de la Inquisición. Este singular Parque Temático no se encuentra en un lugar cualquiera, sino en el escenario más idóneo para ello: la ladera norte del “Serrat Negre”, por su naturaleza volcánica; montaña conocida también como “Serrat de las Forcas”, al NE de la poderosa mole del Turbón, porque fue aquí donde se colgaban en la horca a algunas de estas mujeres, condenadas por el Santo Oficio por su relación con Satán. El olor a azufre del lugar incentiva esta sensación de paraje de antesala al infierno.

Una vez cruzado un puente de hierro, el visitante, a pie, emprende un viaje a través de la espesura de un bosque que mira al norte, siguiendo una serie de letreros que recuerdan que estamos en un territorio maldito para la Iglesia, donde, según la tradición, estas mujeres, conocedoras como nadie de los secretos de las virtudes de las plantas, elaboraban en calderos de bronce –como hicieron muchos siglos antes los druidas, en estos mismos escenarios-, pócimas y brebajes para sanar o para incentivar otros placeres. Sobre nuestras cabezas, murciélagos o arañas de hierro, que, en la penumbra de la bruma del bosque, semejan seres infernales surgidos del averno; son animales que, como el búho, el gato negro, el bravío jabalí, el cuervo, formaron parte del cosmos faunístico de la vida de estas hechiceras. Y en el sotobosque, numerosas de las plantas utilizadas por las brujas para sus pócimas y remedios. De golpe, llegamos a un claro donde, como espectros en la noche, seis seres que recuerdan a las brujas, ataviadas con ramas y cubiertas con sombreros diferentes, parecen danzar en círculo, recordándonos la naturaleza del aquelarre. En todos estos descansos del sendero, siempre en ascenso, aparece un cartel que anuncia un capítulo de la sentencia oficial pronunciada en la primavera del año 1594 contra aquellas desdichadas, haciendo cuestionar en todo momento al visitante la condena.

Uno de estos carteles, dice lo siguiente:

Aquelarres geológicos: Con imaginación, y trascendiendo a los datos históricos, somos capaces de ver formas geológicas que nos recuerdan los puntos de concentración de las brujas y aquelarres.
En el monte y en los prados, zonas de verde oscuro en forma de media luna nos recuerdan estas reuniones de brujas. Poderes naturales especiales hacen que en estas zonas nazcan abundantes setas.

Geológicamente, en terreno árido, también vemos estas formas semicirculares, formadas por la eclosión interna de la tierra, que nos recuerdan las zonas de aquelarres. Zonas donde la concentración de fuerzas ocultas se intensifica. Tus deseos, pensados sobre formas pétreas del pasado, trascienden el presente y puedes hacerlas realidad en el futuro.

El aire se hace más denso, la oscuridad invade los rincones más profundos y sonidos que llegan del Más Allá coinciden en recordarnos que estamos en un territorio mágico. Por fin, después de unos veinte minutos de pronunciada subida, llegamos a la cresta de la montaña, y logramos salir de las sombras; de golpe, siguiendo el sendero que lleva hasta el punto geodésico de la cima, junto a los tres últimos letreros, contemplamos la majestuosidad del Turbón, la montaña sagrada. En torno a su espectacular mole sigue gravitando la energía de unas fuerzas que invocan desde otras dimensiones la necesidad de reconstruir nuestra existencia, y pedir disculpas por los errores del pasado. Con la reciente apertura de este singular Parque Temático, a iniciativa del Ayuntamiento de Laspaúles, las brujas del Turbón vuelven a ocupar el espacio natural que, por derecho, les ha correspondido desde los anales de la historia.

¿Dónde se encuentra el Parque de las Brujas?

La mejor forma de llegar al “Parque Temático de las Brujas”, es tomando como punto de partida la fotogénica villa de Campo (Huesca), acurrucada sobre la orilla izquierda del Ésera, desde donde podrá obtener la mejor panorámica de la montaña del Turbón por su vertiente occidental; Campo cuenta con una amplia y recomendable infraestructura hotelera y de restauración. Después, por la N-260, en dirección a Benasque, tras pasar por Seira, no tardará en alcanzar Castejón de Sos; luego deberá girar a la derecha hacia Bisaurri; no tardará en alcanzar el “Coll de Fadas” (1470 m); nombre evocador de la zona –Fadas, en aragonés, es hada o bruja buena-; y siempre a su derecha de marcha, la imponente montaña del Turbón, por su lado norte. Y seguidamente llegará a Laspaúles, el pueblo más vinculado con lo brujeril del Pirineo aragonés. Después, dentro de la población, una carretera local que lleva a Alins, y en sólo 3 km de trayecto estará en el Parque; abierto al público a cualquier hora del día o de la noche…, todo el año, y gratuito.

El gran Leonardo Da Vinci, dijo en una ocasión: “Quien no condena el mal, ordena que se haga…

 

Jesús Ávila Granados

www.jesusavilagranados.es