Conociéndome, antes de empezar el tema, debo decir que aunque me siento republicano me toca vivir en esta España de Monarquía Parlamentaria, que, obviamente, no es la soñada por mí dado que pertenezco a un grupo que aunque con firmes convencimientos, no somos mayoría y acatamos por tanto lo que sale de ella. Esto no quiere decir que me conforme con esta democracia corrompida y bananera, no. Siempre lucharé por defender mis ideales y mis sueños, hoy más que nunca, viendo donde nos llevan estas libertades mal entendidas y peor conducidas.
Dicho esto, quiero manifestar mi opinión ante la vergonzosa pitada al himno nacional español por parte de la mayoría de asistentes en la final de la Copa del Rey. Y aún me pareció menos digno la mal disimulada sonrisa de un Artur Mas que su torpeza hace que relacione el desprecio a la bandera y el himno nacional que ¿sonó? en el Nou Camp, con sus ansias de independencia, que le llevarán a que pronto lo conoceremos como "el Mas torpe".
Las libertades son muy deseadas por todos. Cuando se han conseguido, los ciudadanos debemos demostrar con nuestro comportamiento que podemos mantenerlas con menos fuerzas de orden público de las que necesitaría una Monarquía Absolutista o un Dictador. No parece lo entiendan así los catalanes o vascos, (me refiero a los que asistieron a la final) después de ver el bochornoso espectáculo vivido en Barcelona.
Siendo el torneo más antiguo del fútbol español, creado a raíz del éxito de la Copa de la Coronación de Alfonso XIII, disputada en 1902, y que curiosamente llegaron a jugarla los mismos equipos que el pasado día 30 de Mayo, fueron capaces de levantar pasiones, las menos dedicadas al deporte "Rey", las "Mas" fueron con malos modos para el himno, y los que están entrecomillas.
El resultado de la citada final jugada en Madrid fue totalmente diferente en todos los órdenes, ya que se alzó con el trofeo el Bilbao, y el comportamiento de la afición fue calificada de extraordinaria, así como el juego, a decir de los comentaristas deportivos de prensa.
Por esto creo que debemos sentirnos orgullosos de las libertades y no unirnos a cualquier manifestación que lleve implícita la mala interpretación de las mismas. Ojeando la hemeroteca y volviendo nuevamente al Nou Camp, cuando aún era llamado Les Corts, veremos cómo, Miguel Primo de Rivera ordenó cerrar el Campo porque 14.000 personas que asistían a un partido amistoso que jugaba el Barcelona, pitaron la Marcha Real. No fue muy ruidosa la pitada, pero suficiente para que el Dictador, además de la sanción y como consecuencia, Joan Gamper tuviera que exiliarse de Cataluña.
Cualquiera que sea el himno que se interprete en un acontecimiento deportivo, el pitarlo es, como poco, una falta de respeto y una peligrosa forma de insinuar que nos falta mano dura.
Cosme Castán